Este estudio comenzó realizando investigaciones para profundizar mejor en el ser humano y el cultivo andante que representa. Una colección de microbios, partículas de plantas y sustancias químicas nos acompañan a donde quiera que vayamos.
En el caso hipotético en donde a simple vista podemos notar este campo de bacterias, los investigadores hicieron una jocosa comparación. Recuerda a Pig-Pen, un personaje de Peanuts de la tira cómica de Charles M. Schulz.
¿En que se basó el estudio?
El estudio se basó en un grupo pequeño de voluntarios quienes portaban un filtro especial que los monitoreaba. Este atrapaba toda partícula del aire que los rodeaba durante un día habitual. Tras un análisis de los resultados genéticos de la muestra, encontraron un ecosistema de nubes personalizadas en cada individuo.
Esta contenía un cultivo de bacterias, virus, hongos, animales microscópicos, partículas de plantas y sustancias químicas. A pesar que estas personas vivían en un mismo entorno geográfico muy estrecho, la composición era completamente distinta en cada uno de ellos. Se tomaron habitantes de la Bahía de San Francisco.
El Dr. Aaron Glatt, jefe de medicina del Hospital South Nassau Communities, in Oceanside, Nueva York, detalló que se trataba de un experimento muy interesante. Además agregó, que no es un secreto que vivimos en un mundo lleno de organismos invisibles y sustancias químicas. Glatt también es portavoz de la Sociedad de Enfermedades Infecciosas de América.
¿Qué busca el estudio?
Como dijimos no es secreto lo que se sabe, sin embargo el estudio busca algo más. Desea crear un espacio para detallar a mayor profundidad nuestras exposiciones diarias. Este puede ser el insumo para conocer a lo que estamos expuestos y que nos causa afectaciones en la salud.
En el caso de Michael Snyder, quien cree que este es el fin del estudio. Destaquemos que Snyder es investigadora principal del estudio y presidenta de genética de la Escuela de Medicina de la Universidad de Stanford en California.
Snyder aclaró que la salud depende totalmente de los genes y el medio ambiente, pero aclaró que: a través de los genes podemos conocer la vulnerabilidad de una parte de las personas. También agregó la investigadora sobre la importancia de agregar más datos a los efectos que generan las exposiciones ambientales.
¿Cómo se desarrolló el estudio?
El equipo de investigadores tomó de muestra a 14 personas a quienes detalló y recopiló información. A estas se les colocó un monitor de un tamaño similar al de una cerilla y la colocó en sus brazos. El tiempo promedio fue de una semana o un mes. Incluso el mismo Snyder utilizó uno de estos monitores durante dos años.
Estos equipos contenían un filtro que era capaz de capturar toda partícula existente en el aire. Las muestras se enviaron al laboratorio para someterse a análisis genéticos y perfiles químicos. El resultado fue que cada persona tenía un mundo diverso de microorganismos y sustancias químicas en su alrededor.
Lo más sorprendente, asevera Snyder, es que se encontraban en todas partes. Por otra parte, la composición de estas nubes parecía provenir de factores climáticos, viajes, mascotas y productos químicos que usaban. En el caso de Snyder su exposición era fúngica y no bacteriana.
Lo interesante es que en los análisis salía una bitácora de recorridos ambientales por donde las personas habían pasado. Era capaz de detectar a qué tipo de especies de plantas y animales estaban expuestas. Lo que deduce Snyder es que esa nube que todos tenemos puede ser inofensiva y beneficiosa. Sin embargo, esto varía en cada persona.